¿Crímenes? ¿Por qué crímenes?

¿No habéis reparado en lo poco que se espera que hagamos en el mundo actual? Es como si la gente aspirara a decírtelo todo en todas las situaciones, qué debes hacer, qué debes sentir, qué debes pensar... en definitiva, a destruir tus propias decisiones, emociones y pensamientos. Cualquier acto de protección de éstos, por inofensiva que sea, parece un crimen imperdonable, y así es como yo, tú, y otros seres curiosos y despiertos, nos volvemos delincuentes.

martes, 1 de julio de 2014

Sir Rudrick Jenkin está muerto.

Sir Rudrick Jenkin avanzó con decisión hacia el único espejo que quedaba en su casa. Con un guante de terciopelo rojo limpió el polvo que había dejado acumularse en su superficie. Entonces hizo lo que no había hecho desde hacía meses, antes incluso de que todo aquello hubiera pasado: mirarse en el espejo. Fue una mirada fría, que se negaba a dejar pasar emociones y pensamientos, a pesar de que por dentro se estaba exigiendo a gritos apartar la mirada, romper el espejo, desgarrarse la cara e increparse hasta perder la poca voz que le quedaba, todo al mismo tiempo. Finalmente, humedeció sus labios, y con mucho esfuerzo articuló:

-Estoy muerto.

En el fondo, llevaba todo este tiempo sabiéndolo. Se había obligado a sí mismo a imaginar que todo aquello fue un fatal sueño, su salida de la cripta, la incapacidad de andar con el garbo gallardo del que tanto se había enorgullecido durante las reuniones de sociedad, la soledad de su casa, el ver por doquier a otros asquerosos seres como el que veía en el horrible cristal, deambulando en busca de alguien... la soledad de su casa, y aquel lamentable incidente con aquella mujer errabunda que casi le costó la cabeza...

-Sí, Sir Rudrick -tras una apusa retomó el aliento y siguió- Jenkin. Estás muerto.

Nunca pensó que se vería rebajado a este estado. Quizá de haberlo sabido se habría ordenado quemar, en vez de querer conservar un aspecto (y en última instancia un esqueleto) impecable en estilo, testimonio de lo igualmente impecable que se había considerado toda su vida. Ahora era un pedazo de carne deforme en regresión cuya más clara compañía eran otros pedazos de carne en regresión incapaces de dejar por un segundos de buscar su maldita comida.

No, Sir Rudrick Jenkin no estaba listo para ser eso. Nunca iba a dejarse caer hasta ahí. Vivir cuánto y morir a manos de qué, si es que a esto se le podía llamar vida, eso no le importaba nada. Sería fiel a los suyos, quizá intentara llegar a un nivel de convivencia con ellos, los que aún estaban sin corromper. Nunca sería amistad o amor, ni siquiera consideración o aprecio, pero la sombra de lo que aquellas cosas significaban para él le bastaría para esforzarse en intentarlo. Tal vez existiera como un marginado, más allá del fin de unos o de otros,se retiraría intentando reconstruir una vida propia, noble a pesar de su caída en desgracia. Sin duda sería perseguido, quizá hasta por esas miserables criaturas de afuera, seguro que por sus viejos congéneres. Pero sabía una cosa: honor en la vida... y en la muerte. No dejaría que Sir Rudrick Jenkin muriera.

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