Un llamarada, luego un trueno,
y se desnudó ante mis ojos,
sus prendas de aire rasgado
caen perezosas al suelo.
Se acerca amorosa y lasciva,
veloz cual suspiro en el viento,
sus promesas de amor eterno y sexo desaforado
me enturbian la mente, postrando mi
cuerpo a sus anhelos.
Como un rayo ardiente, mi piel besó,
se adueñó de mi postrado ser,
se lo llevó por delante
víctima del frenesí.
Empieza a desatar sus encantos,
el arduo beso de fuego y plomo,
las caricias afiladas,
los labios crueles y duros.
Siento que su arrebato me arranca la
carne
que su roce me quema la sangre y la
piel,
gozo su desenfrenado avance,
mientras penetra en mi cuerpo herido.
Mis ojos se nublan por el placer
se dejan llevar por la pasión
de mi incandescente amante,
de mi concubina ígnea.
Llévame en tus brazos de metal pulido
mientras hago míos tus senos de
pólvora,
mientras bebo de tu boca de acero,
mientras caigo al asfalto cautivado.
Sucumbo a la fiebre de su amor
salvaje y sincero
a delirios de locura e incontenible
deseo.
a fantasías de carne y de placer infinito.
al orgasmo que consuma tu oda de amor
eterno.
Y cuando, apagada la llama, vi la
oscuridad a mi alrededor,
supe que era tuya para siempre, que tú
eras mi último suspiro.
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