¿Crímenes? ¿Por qué crímenes?

¿No habéis reparado en lo poco que se espera que hagamos en el mundo actual? Es como si la gente aspirara a decírtelo todo en todas las situaciones, qué debes hacer, qué debes sentir, qué debes pensar... en definitiva, a destruir tus propias decisiones, emociones y pensamientos. Cualquier acto de protección de éstos, por inofensiva que sea, parece un crimen imperdonable, y así es como yo, tú, y otros seres curiosos y despiertos, nos volvemos delincuentes.

martes, 10 de septiembre de 2013

Lorzas pensantes

"Qué mundo, amigos, qué mundo", pensaba mientras veía mis disimulados michelines. Si alguien mirara, juzgaría que la decadencia tiene un aspecto parecido, pero no me veo inmundo, salvo esos días que mi cerebro se une a las puyas de esos bipolares que me dicen que estoy estupendo pero en la última sílaba cambian de parecer y me dicen obeso.

Medio frito en un cuarto, hombre solitario, no por ausencia de gente, si no porque nunca sabré cuándo puedo contar con ella. Aunque no consideraba que pormenores tales que mis penas y frustraciones fueran compartibles, menos aún, entendibles, por prácticamente nadie. Al fin y al cabo, nadie entendía mis palabras, palabras que para mí siempre fueron obvias, imposibles de entender de otro modo, o al menos no en el mismo idioma, por nadie. Pero se me ejecuta por ellas, una y otra vez, ver mi cabeza rodando por el suelo del baño, de mi habitación, de un pasillo, de una escalera, de la calle me parece lo más normal del mundo. Y cada vez que cae, me dejan sólo ante ella, tanteando a ciegas en su busca, para poder recuperar la visión, y lo que un servidor entiende por vida. Y aun así, aun con un cuello que casi necesita grapas y celo para mantenerse y una cabeza que cada vez tiene menos que ver con el mundo real, tengo que ser discreto, imperturbable, sensible, astuto, tener tacto de prestidigitador, tres cerebros en uno, y toda una serie de otras cosas pedidas de forma aleatoria a lo largo del día por seres que nunca aceptaron sus propias cargas, que delegaron en alguien mejor la tarea de llevarlas.

No era la primera vez que se me ocurría: una entropía eterna, que por esto mismo conllevaba una insana resistencia a la misma, en algún pequeño lugar de mi cabeza que insistía en hacer algo productivo con las marcas que a lo largo de mi cuerpo atestiguan la cantidad de veces que ellos, los extraños y los bienamados, dejaron rodar mi cabeza, sus "fue culpa tuya" resonando en algún lugar de mi cuerpo que ver no podía, las veces que ni se dignaron en devolverme su macabro trofeo. Carne y pensamientos lacerados, destinados aún a demostrar el verdadero significado del camino por el que marcho, de mi verdadero mundo.


jueves, 4 de julio de 2013

Rasgado el tapiz, sólo queda ver lo que esconde.

Aprovecho para volver a presentarme ante ustedes. Sí, ustedes, que han pasado por aquí, no siempre, pero una y otra vez, como si en un arrebato digno de Vladimir y Estragón supusieran que un día aparecería por aquí cual Godot que diera la felicidad y la respuesta a todas las cosas. Y como a mí nunca me ha gustado sentirme un dios (demasiadas responsabilidades, y eso de estar en todas partes te acaba dejando muy malos ratos), he decidido romper mi exilio y volver a mi tablón.

Lo que tienen ustedes ante sus ojos es toda una cadena de protocolos de ensayo y error, aplicados a lo largo de toda una persona, un  número casi imposible de cuantificar en eslabones, que bien podrían haber alterado toda mi naturaleza si en algún momento de mi montaje hubiera decidido apretar otro botón. No es algo que esté diciendo a la ligera esto de los botones. Simplemente hay que quitarse la idea de estar ante una videoconsola o un teclado cuando se dicen estas cosas, todas nuestras acciones y reacciones bien podrían aislarse y representarse como teclas que pulsar en un momento determinado, aunque sería un sistema tan absurdamente complejo que no creo que lo veamos nunca en un aparato tecnológico real. Pero por donde iba, mis pasos, al igual que los vuestros, nos han llevado a muchas cosas a día de hoy, como el hecho de que esté escribiendo esto y vosotros lo acabéis leyendo al cabo de unos días, o no, en caso de que os hayáis hartado de mi cara hasta el punto de que no queráis ni intentar imaginárosla y dejéis este blog para curaros en salud.

Tengo a bien comunicarles que lo más seguro es que, después de una peregrinación mental de aproximadamente un año de duración, destinada a tallar un lugar detrás del lienzo que todo aspirante a futuro debe romper, y a muchas otras cosas, que por longitud excesiva no vendría al caso poner en este preciso instante, estoy aquí otra vez, presto a volver a desparramar creaciones. ¿Genialidades o engendros? Eso no importa.

sábado, 9 de marzo de 2013

Microrrelato: vidas y piscinas

A Aranella le encantaba la piscina que había cerca de su casa.  Era enormemente profunda, cuanto más decidía hundirse, las paredes tenían un aspecto más descuidado y malogrado a medida que se hundía, y el fondo se veía negro, como si buceara en el mar en vez de en una piscina. Le encantaba ver la profundidad a la que era capaz de llegar, era un palcer acercarse cada vez más a aquella especie de vacío que gobernaba el fondo inflexible. Disfrutaba en medio de aquella oscuridad, forzándose a seguir hacia abajo, sumerjiéndose hasta que era prácticamente imposible de ver, pues esta actividad, como todo el mundo que había hecho suyo, era más interesante en la noche, con sus confusas luces eléctricas como única guarda ante la negrura. 

Durante años, su vida y sus zambullidas en la piscina siguieron el mismo patrón, siempre queriendo bajar unos metros más, y regodeándose en la experiencia de bajarlos, para volver a forzarse tiempo después a ver el fondo más de cerca.

Un día se sumergió en la piscina y llegó a mayor profundidad de la que había llegado nunca. No salió a flote.

sábado, 9 de febrero de 2013

Tu espejo y tú cara a cara.

Vemos diariamente nuestra imagen en un espejo. Si nos quedamos quietos unos segundos, examinaremos casi inevitablemente nuestro rostro, el aire cansado que le haya impregnado, una mueca extraña que se nos haya quedado desde ya ni sabemos cuándo, un posible defecto físico, lo bonitas o feas que son las caras que ponemos al sonreir, al penar, al hacer lo que sea. Casi invariablemente, en algún momento de nuestras vidas habremos llegado a conclusiones opuestas en todos estos aspectos, mostrando nuestro rechazo a unas expresiones que no podemos ver sino como una caricatura grotesca, o animándonos al pensar que realmente tenemos un aspecto maravilloso.

Si nos detenemos en la observación unos segundos más, fácilmente pasaremos de este tema a pensar cómo nos ha ido algo, un hecho concreto, el día, la vida entera a veces. Por algún portento esperable, opiniones negativas en el paso anterior suelen ocasionar opiniones negativas en éste otro, y viceversa. Y sin embargo, no siempre es así, ya sea para darnos una palmada en el hombro después de autoflagelarnos, o para cuestionar qué estamos haciendo con nuestras vidas.

Si seguimos dándole vueltas a la cabeza a ese tipo de cosas, lo normal será llegar a una pregunta ante la que sólo caben la imaginación y la curiosidad. ¿Quién sería yo si fuera otra persona? ¿Cómo viviría? ¿Qué haría, cuándo, con quién? Por norma serán ideas, no diré mejores (aunque por norma así sean) sino más despreocupadas, con una vida aparentemente más sencilla y/o arreglada, en definitiva, una vida a menudo más segura y en la que creen que podrían ser felices, tanto o más que en la realidad. Algunos ven esta historia alternativa de su vida demasiado seductora y apetecible como para dejarla pasar, otras, sin embargo, por miedo a quedarse en el camino, por desconocimiento de aquello que podría permitirle realizar esta vida, o incluso por amor a lo que es en ese momento deciden dejarla pasar, no sacarla de lo que serían suposiciones maravillosas.

No quiero fingir con todos estos plurales que no me he hecho estas preguntas. Quiero pensar que no soy el único que a veces tiene dudas sobre sí mismo, que no ha pensado en giros radicales que le darían una vida en la que cree podría encontrar más oxígeno. Sí, a veces me pregunto cómo viviría ahora si algunos errores no hubieran pasado, si hubiera llevado a cabo otro estilo de vida... pero en el fondo, esta pregunta no tiene por qué conllevar el odio a una vida adquirida. No he escrito esto para quejarme de una vida que en el fondo no querría abandonar.

Sólo he venido aquí a reflexionar, y a hacer a otros las mismas preguntas que yo me respondo. A sentir vértigo cada vez que vuelva a leer esto ante el poder de un espejo, y de las miradas que nos devuelven cuando tenemos la peregrina idea de mirarnos en él. Miradas que no dejan de ser las nuestras.

martes, 22 de enero de 2013

El consejo del horror

Mirad bien, guardaos de lo que hacéis, pues mi voz espanta las ánimas, mi aliento deseca la tierra y maldice el aire, mis palabras huelen al terror que suscitan, y mi mera visión es uan espina clavada en los costados de los seres que caminan. No ha habido en este mundo quien haya querido afrontar mi carcasa, y menos aún quien haya osado desafiar las sombras de su interior. Todos huyeron, atravesando ríos, colinas, medio mundo, lo que hiciera falta para curar sus ojos y memoria de tan desagradable espectáculo. Pues el propio miedo me teme, y ni la muerte se acomoda a mi presencia. Te has quedado aquí para arrancar la gangrena de mi interior, y no tienes miedo a su poder. No te haces a la idea ni de la mitad de las cosas que he aspirado en esta existencia monstruosa. Y sin embargo, o quizá por eso, te has quedado aquí, estando yo...

Pienso darme la vuelta. Si quieres huir, te daré lo más parecido que puedo dar a una bendición, como he hecho todos estos años. Si de verdad estás pensando en quedarte ante el ojo del huracán, mi abismo estará esperando.