Vemos diariamente nuestra imagen en un espejo. Si nos quedamos quietos unos segundos, examinaremos casi inevitablemente nuestro rostro, el aire cansado que le haya impregnado, una mueca extraña que se nos haya quedado desde ya ni sabemos cuándo, un posible defecto físico, lo bonitas o feas que son las caras que ponemos al sonreir, al penar, al hacer lo que sea. Casi invariablemente, en algún momento de nuestras vidas habremos llegado a conclusiones opuestas en todos estos aspectos, mostrando nuestro rechazo a unas expresiones que no podemos ver sino como una caricatura grotesca, o animándonos al pensar que realmente tenemos un aspecto maravilloso.
Si nos detenemos en la observación unos segundos más, fácilmente pasaremos de este tema a pensar cómo nos ha ido algo, un hecho concreto, el día, la vida entera a veces. Por algún portento esperable, opiniones negativas en el paso anterior suelen ocasionar opiniones negativas en éste otro, y viceversa. Y sin embargo, no siempre es así, ya sea para darnos una palmada en el hombro después de autoflagelarnos, o para cuestionar qué estamos haciendo con nuestras vidas.
Si seguimos dándole vueltas a la cabeza a ese tipo de cosas, lo normal será llegar a una pregunta ante la que sólo caben la imaginación y la curiosidad. ¿Quién sería yo si fuera otra persona? ¿Cómo viviría? ¿Qué haría, cuándo, con quién? Por norma serán ideas, no diré mejores (aunque por norma así sean) sino más despreocupadas, con una vida aparentemente más sencilla y/o arreglada, en definitiva, una vida a menudo más segura y en la que creen que podrían ser felices, tanto o más que en la realidad. Algunos ven esta historia alternativa de su vida demasiado seductora y apetecible como para dejarla pasar, otras, sin embargo, por miedo a quedarse en el camino, por desconocimiento de aquello que podría permitirle realizar esta vida, o incluso por amor a lo que es en ese momento deciden dejarla pasar, no sacarla de lo que serían suposiciones maravillosas.
No quiero fingir con todos estos plurales que no me he hecho estas preguntas. Quiero pensar que no soy el único que a veces tiene dudas sobre sí mismo, que no ha pensado en giros radicales que le darían una vida en la que cree podría encontrar más oxígeno. Sí, a veces me pregunto cómo viviría ahora si algunos errores no hubieran pasado, si hubiera llevado a cabo otro estilo de vida... pero en el fondo, esta pregunta no tiene por qué conllevar el odio a una vida adquirida. No he escrito esto para quejarme de una vida que en el fondo no querría abandonar.
Sólo he venido aquí a reflexionar, y a hacer a otros las mismas preguntas que yo me respondo. A sentir vértigo cada vez que vuelva a leer esto ante el poder de un espejo, y de las miradas que nos devuelven cuando tenemos la peregrina idea de mirarnos en él. Miradas que no dejan de ser las nuestras.
¿Crímenes? ¿Por qué crímenes?
¿No habéis reparado en lo poco que se espera que hagamos en el mundo actual? Es como si la gente aspirara a decírtelo todo en todas las situaciones, qué debes hacer, qué debes sentir, qué debes pensar... en definitiva, a destruir tus propias decisiones, emociones y pensamientos. Cualquier acto de protección de éstos, por inofensiva que sea, parece un crimen imperdonable, y así es como yo, tú, y otros seres curiosos y despiertos, nos volvemos delincuentes.